El suelo pélvico, un conjunto de músculos y ligamentos que se hallan en la parte inferior de la pelvis formando un diafragma y cerrándola, trabaja más o menos dependiendo de la postura que adoptemos. La actividad de la musculatura del suelo de la pelvis está muy relacionada con la musculatura de la mandíbula (ATM), diafragma y planta de los pies.
Mientras que su actividad desciende cuando estamos tumbados, cuando nos sentamos o mantenemos de pie, esta se incrementa. Esto es debido a la gravedad, ya que debe soportar el peso de las estructuras y órganos superiores.
La relación entre postura y suelo pélvico es muy directa debido a que los músculos que lo componen no trabajan de forma aislada, sino que su actividad depende de otras zonas como el abdomen, la columna lumbar o el diafragma.
Relación del suelo pélvico con la articulación mandibular
La mandíbula y la pelvis está fisiológicamente conectadas, ambas estructuras se forman a la vez en el desarrollo embrionario, exactamente en la semana 15. También estás inervadas por el mismo nervio, el nervio vago.
Ambas estructuras trabajan de manera conjunta en la gestión de presiones intraabdominales, si la mandíbula está relajada también lo estará el suelo pélvico y viceversa. Para entender mejor su funcionamiento prueba a:
- Apretar los dientes o succionar el dedo y percibe que pasa en tu suelo pélvico.
- Ahora hazlo al revés. Activa tu suelo pélvico y siente si sucede algo a nivel mandibular.
Relación del suelo pélvico con el diafragma
El suelo pélvico también trabaja en coordinación con el diafragma. Ambas estructuras están inervadas por el mismo nervio. El diafragma es uno de los músculos más potentes que intervienen en nuestra respiración, tiene forma de paracaídas, se sitúa debajo de los pulmones y forma parte del core.
En la respiración diafragmática, cuando inhalamos aire, el diafragma se contrae hacia abajo, expande las costillas inferiores y el abdomen y provoca un espacio en el pecho para que entre el aire en los pulmones, al mismo tiempo que empuja todo el contenido de la cavidad abdominal hacia abajo contra el suelo pélvico haciendo que éste se estire pero con la tensión suficiente para soportar la presión justa que aquél le está transfiriendo.
Al exhalar ocurre todo lo contrario, el diafragma se relaja y eleva hacia arriba expulsando todo el aire de los pulmones y tirando hacia arriba de todo el core y del suelo pélvico, que se activa contrayéndose y elevándose en coordinación con el diafragma.
Así, el diafragma trabaja junto con el resto de elementos del core de manera coordinada y sincronizada como un bloque elástico que, a modo de pistón, bombea aire dentro y fuera de los pulmones generando un aumento de presión sobre el suelo pélvico.
Relación entre suelo pélvico y postura
Para que la actividad del suelo pélvico sea la adecuada y se repartan las cargas de forma equilibrada debe de haber siempre activación del musculo transverso del abdomen y multífidos musculatura de la espalda. Esta musculatura consigue activarse cuando tenemos una postura de autoelongación y pelvis neutra.
Si andamos, estamos de pie o nos sentamos durante largo tiempo en una posición de anteversión (con los glúteos hacia afuera) mayor parte de la carga se dirigirá hacia la zona anterior de la pelvis y si estamos en retroversión (con el pubis hacia afuera), la carga se dirigirá hacia la zona posterior del suelo pélvico.
Si la pelvis no está alineada (posición neutra), el periné, la zona muscular que se halla entre el pubis y el ano, no puede efectuar correctamente su función de soportar las presiones porque las presiones no se repartirán de forma equilibrada.
Otro factor que influye en el suelo pélvico es nuestra pisada, las pisadas pronadoras son aquellas en las que se apoya más la parte interna del pie y se va perdiendo arco plantar. Estas pisadas van a generar que la zona central del suelo pélvico tenga que soportar más peso.